Hace algún tiempo que, exprimidos los recuerdos de mi paso por Citesa- al menos, así lo creía-, abandoné este blog y creé otro, con mi propio nombre, donde seguir escribiendo y opinando sobre un escenario, más amplio y variopinto, por el que me he ido desenvolviendo, a lo largo de todos estos años.
Pero, una etapa, tan larga y determinante, es difícil de obviar; sobre todo, cuando, cualquier episodio, del que quieres escribir o hablar, te lleva a ella, porque, con ella, estuvo relacionada.
En este momento, cuando estoy sentado frente a la pantalla de un ordenador, con el que paso-ahora, como antes- una buena parte de mi tiempo, he querido escribir sobre mis comienzos, en la informática (siempre como usuario) y, ello, me ha llevado, de forma inexorable, a retroceder varios años y reencontrarme con Citesa.
En la fábrica había- sobre eso, ya se ha escrito en este blog- un departamento de informática, que dirigió Florentino Martínez Roces. Pero, ése, era un mundo, cerrado para los demás; una especie de santuario inaccesible para los profanos, pero que controlaba numerosos aspectos de la fábrica, mediante el hardware y software que los sistemas de IBM producían. La participación de los demás se limitaba al acceso a sus informes, que nos llegaban en copiosos listados de papel y, otras veces, a través de las terminales (no inteligentes), que se distribuían por las oficinas.
El comienzo de la “otra informática” se produjo con la llegada de un primer ordenador personal, que compró Pepe Ranea, y que calló en mis manos, por circunstancias, de las que ya he escrito en otra entrada de este blog. Por eso, puedo considerarme, hasta cierto punto, pionero del uso, en Citesa, de los ordenadores.
No era, ni siquiera, lo que, después, conocimos como PC ´s, sino un Commodore, con doble disquetera y cuyo sistema operativo, integrado en la memoria ROM, apenas permitía programar en BASIC y utilizar una primitiva hoja de cálculo (Visi Calc), además de algunos juegos.
Yo aprendí a utilizar el Basic – naturalmente, ahora no sabría hacerlo- y, su hoja de cálculo, para llevar el control de ciertos parámetros y confeccionar la presentación de resultados en las reuniones de la dirección.
Trasladé mi incipiente afición a mi casa, mediante la compra de un Commodore 64, que utilizaba, como únicos periféricos, en mi caso, una unidad de casete y la pantalla de mi propio televisor.
Más tarde, en Citesa, aparecieron los primeros PC´s, comercializados por ITT y fabricados en algún país asiático. Y. yo, aprovechando una oferta para los empleados, me compré uno, con el que sustituí a mi Commdore.
Eran, todavía, ordenadores muy rudimentarios- los 386 o, tal vez, anteriores- con pantalla monocroma, que usaban el MS2 y, donde, su memoria RAM y la capacidad del disco duro, apenas se medían por megas.
Con ellos, aparecieron nuevos paquetes de software: el Lotus, como hoja de cálculo; el Word Star (posteriormente, el Word Perfect), para el proceso de textos y el Dbase, como base de batos.
El uso de estos ordenadores, todavía rudimentarios, sin Microsoft ni Internet, consiguió, a pesar de todo imponerse y extenderse por la fábrica. Y, la Informática, dejó de ser algo misterioso y casi tabú.
Hoy, que sigo con un ordenador, la nueva tecnología me ha permitido, asomarme al mundo, a través de Internet y, entre cosas, reencontrarme viejos amigos y compañeros.
Esta pequeña historia de mis comienzos “informáticos”, quizás, no estaban destinada a este espacio. Pero, mientras la iba escribiendo, me ha ido llevando hasta el único sitio, donde tenía que ser ubicada y que no podía ser otro que este blog.
miércoles, 3 de septiembre de 2008
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